miércoles, 1 de diciembre de 2010

Flaquezas

Me pregunté seriamente cuándo empezaron las flaquezas. ¿La noche del insomnio en que terminé comiéndome el paquete de bizcochos de grasa? Con lágrimas en los ojos. Aquella en que debí levantarme a prender un cigarrillo junto a la ventana abierta temblando de frío para no mancillar el dormitorio? Y me dije; ¿Vos te das cuenta de lo que estás haciendo? Ayer, cuando fui a consultar a la médica clínica por mi pie lastimado? (Además uno a los cincuenta y nueve años debe tener una médica clínica). Cuándo me preguntó: "¿fuma?" Y que le iba a decir... Si parecía que había corrido una maratón al subir por la escalera tres pisos después de mirar el cuadradito rojobrillante, que indica generalmente los pisos, y esta vez decía: "pp" de forma intermitente. ¿Qué sería pp? Al ratito una voz me gritó: "Por la escalera señora, despacito." No se si me cayó peor, por la escalera, el señora o el despacito. Primera vez que me hablaban como a una anciana. Será que salgo poco. Y allá fui. Hasta el primer piso la cosa no fue para tanto. En el segundo las piernas se transformaron en plomo. El pecho se me inflaba como a una gallina bataraza pèro el mío a punto de explosionar. Sin embargo yo, igual que la gallina, avanzaba con la cabeza bien alta. Y por momentos creí que sólo avanzaba la cabeza, que era realmente la cabeza digna la que tironeaba del resto del cuerpo, sobre todo cuando vi por el rabillo del ojo que un muchacho con ropa deportiva avanzaba detrás de mí. El desgraciado -no voy a ocultar que eso fue lo que pensé- saltaba los escalones de a dos. Me pasó brincando como un canguro. Y calculo que debió haber llegado veinte minutos antes. Parado en la sala de espera respiraba como un bebé recién nacido. Yo resoplaba como un elefante. Me senté en la silla más cercana y mantuve la cabeza digna, como si fueran a coronarme. El corazón me latía como si el resto de la manada de elefantes también se hubiera instalado en la sala de espera. Después, se fueron alejando, y quedaron dos o tres. En ese estado lamentable, la doctora dijo mi nombre y alla me dirijí junto con Dumbo. "¿Cuánto hace que no se realiza un chequeo? (¿diez años, cinco? pensé. Dije: hace mucho. Pero creo que no quedé bien, se ve que ella no era indulgente como Galleta. ¿Algún familiar diabético? (Veinte mil. A una prima le cortaron la pierna, a un tío el pié, mi abuelo murió encangrenado, mi papá se lo pasaba pinchandose el dedo para medir la glucosa) Mi papá, dije. "A bueno, usted debe hacerse un análisis todos los años, tiene antecedentes". ¡Tengo antecedentes! No suena bien. Mi próximo vestido sería a rayas. Con esta mujer iba a ir a prisión. Busqué una buena defensa, por las dudas. "En ningún análisis de sangre dio que fuera diabética, ni con los embarazos..." "No importa, esto se presenta de repente." "Vaya a la camilla, le voy a tomar la presión y auscultar la espalda". Dumbo y yo llegamos a la camilla e hicimos el esfuerzo de sentarnos. Me miró con la banda esa que a uno le ponen en el brazo, en sus manos. Esperó a que yo me diera cuenta sola lo que ella quería e introduje mi brazo por allí. Habíamos echo votos de silencio. Porque cuando quise decir algo me interrumpió: "Ahora no hable".. Dejé que el silencio fuera de la mano del tiempo. "Tiene presión alta, quince nueve." "Pero yo nunca tuve presión alta....ya se, también se presenta de repente." Puso el aparatito de escuchar malas noticias en la espalda. Rogué que Dumbo no respirara. "Respire con la boca abierta".... "Otra vez".  "Otra vez". Como yo no rezo, sólo miré a través de la ventana. Me dije que era una linda tarde, que había muchos árboles y pajaritos, el cielo estaba despejado..." Se sacó el aparato en silencio. Y yo lo preferí así, tenía cara de pocos amigos, si, de tener pocos amigos y ningún amante. Dumbo y yo bajamos de la camilla y fuímos hacia el escritorio ilusionados en tomarnos de las manos, -asunto realmente imposible-. Ella explicó: "La presión puede ser a veces por el exceso de peso." Lisa y llanamente la odié. Una cosa es que uno lo sepa y otra que se lo digan. Si uno lo sabe queda en uno y se puede hacer cualquier cosa con eso, postergar la dieta, decirse que no es para tanto, que es hinchazón y por eso parece más de lo que es, comprar ropa más suelta, no mirarse más al espejo. ¡Pero si se lo dicen es agresión, es como si hubiera salido en la tapa de los diarios! Ella no pareció haberme herido o no haberme herido lo suficiente. Miró el informe de la radiografía del pie que yo le había llevado. Y, sin anteojos, si, además sin usar anteojos me explicó: la artrosis no tiene cura, es...como decirlo...algo que trae la vejez. Y como si yo le hubiera pedido explicaciones siguió diciendo,algo así como que no se que cosa se gasta. Me agarré desesperadamente de allí. Y le dije a Dumbo: "ah bueno, después de todo no es que nos hayamos vuelto viejos, es que estamos gastados".

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