No me arrojé del segundo piso, como tampoco fue mi último atado de cigarrillos, pero como todos sabemos: a veces uno miente. También a veces a uno le mienten. Lo que me lleva a concluir que todos mentimos, nos. Pero también sufrimos de arranques de sinceridad. El asunto está en saber de dónde la arrancamos. Ahora mismo estoy fumando lo que creo es mi último cigarrillo. No hay más. Unos dicen que "no hay que tener tabaco en casa", lo dicen así porque son españoles. Otros que "sí hay que tener, para no fumar, sin desesperarse sabiendo que uno, por las dudas, tiene". ¿Y entre tirarse del segundo piso y encender otro, es preferible lo segundo? Sinceramente no lo sé, porque, ¿cuánto me podría lastimar si me tirara del segundo piso? Una semanita en el hospital donde no se fuma... Sin embargo no me tienta la idea. Y empiezo a pensar que el asunto ya no pasa por fumar o no fumar, como nos dicen, si no, por tener o no tener. Y con eso una ya se cree Hamlet, con un pequeñito cambio de verbo, que es más glamoroso, ¿no?. Habría que ver si traspasando la tierra del vicio-dependencia-hábito a la tierra de la creación literaria la cuestión pasa de horrible a...culta, por ejemplo. Todavía no sé si estoy pisando ese terreno, pero el último cigarrillo ya lo apagué. Y soy absolutamente conciente de que la compu está junto a la ventana.. Del segundo piso. Pero siguiendo con mentimos-nos, nunca fue el último, el último que nombré. La médica clínica quiere que yo como chocolate pero sin decirle a la nutricionista. Y la nutricionista que fume un poquito sin decirle a la médica clínica. Resultado: fumo con el permiso de la nutricionista y como chocolate con el permiso de la clínica. Algo no funciona tampoco acá. En el centro médico los resultados del chequeo prometidos para la semana pasada no están listos, lo que también me hace pensar que me mintieron. De lo que resulta que si muero, sin los resultados a la vista, no sabré cuándo, ni de qué. Es decir que por ahora, tras el repaso de mentiras y mentirosos, la única honesta es la ventana. Podría escribir con júbilo que por fin encontré un grupo de ayuda, pero no. Me comuniqué con un tal Pablo que me pidió mis datos y quedó en llamarme. No lo hizo. Volví a llamar yo y un tal Hernán me pidió el mail para informarme. Tampoco hubo nada en mi correo. Pero no me desanimo. Aguardo con paciencia encontrar a otros semejantes, que se reúnan a conversar de lo que no pueden hacer pensando que, después de todo, la unión hace la fuerza. Bien, como ahora no tengo cigarrillos, no hay humo, como no hay humo prendí el acondicionador de aire y, como prendí el acondicionador de aire cerré la ventana, lo que me hace sentir más tranquila. También ayuda que esté en camisón y así no se va al kiosko, por lo menos en este barrio.
Y para no irme por las ramas comienzo a darme cuenta que no es igual no poder fumar a no tener. Y como estoy de lleno en no- tener, siento que he desembarcado en la tierra de Hamlet y de Freud. Pero no todo es un lecho de rosas, no se crea que con eso basta para achicar el problema. El otro día conocí a un hombre, en un casamiento de otro, aclaro por las dudas, que mencionó: "No fumo desde hace dos meses". Es bien sabido que pronunciar esas palabras delante de un fumador provoca la famosa pregunta: "Qué bien! ¿Cómo hiciste?" Nombró otra pastillita que lleva las de ganar en el mercado de los medicamentos. (Los fumadores también preguntamos intensamente sobre estadísticas). Busqué el nombrecito en internet y ahí nomás, además de las bondades, aparecieron las controversias: presenta intensos deseos suicidas -ya empezamos mal-, pesadillas, náuseas, vómitos, constipación, etc. etc. etc. Y me dije: ¿vale la pena empezar el día con náuseas, vómitos, no ir al baño, y querer matarte de buenas a primeras sólo porque está escrito en el prospecto? Y para colmo el señor también me aclaró "igual te dan ganas de fumar, pero te da asco el cigarrillo y la mayoría deja". Evalué que por lo menos mi analista o el psicoanálisis, que a veces tiene mala prensa, es más divertido. En la última sesión conté un sueño, un sueño de una sola imagen: le practicaba sexo oral a un hombre, de una manera digamos... engolosinada. Y ella me dijo: "bueno, así que hay otras cosas para ponerse en la boca en lugar de un cigarrillo". El inconveniente es que no creo que haya cuerpo que aguante, como tampoco que las circunstancias sean siempre las más favorables y el hombre (por así decirlo) esté tan al alcance de la mano como los kioskos. Pero, tal vez, sólo sea un pequeño detalle. Aún no lo he desechado totalmente. Estoy atravesando la etapa en que: "todo lo que sirve, sirve."
Cuenta la leyenda que hay algunas que hacen las dos cosas... y al mismo tiempo!!!!
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