"Segundo piso, consultorio veintitrés." me dijo la recepcionista. Llegué sin problemas. Habian arreglado el ascensor. "Que le pasa." Me pregunté si podrían ser un poco más amables. Yo sé que el tiempo apremia, que tienen muchos pacientes, pero "qué le pasa" no era una frase con la que yo quisiera iniciar una conversación. ¿No se dan cuenta que la respuesta la tienen ellos? ¡Que se yo que me pasa! Yo tengo una verruga molesta, pero de allí a saber qué me pasa hay mucho camino para andar. Igual le mostré la verruga. La miró de lejos, sin lupa ni otro instrumento. Otra que no usaba anteojos. La miró como una mujer que está decidiendo si va a salir a bailar o no. Bueno, eso en otra época, cuando los hombres nos hacían una seña. "Hay que sacarla, es una verruga que nació sobre una malformación de la piel". Es decir que mi verruga era una malparida. "Malformación" me sonó igual que "usted tiene antecedentes". ¿Malformación yo? "Le va a quedar la marca… por la época del año, pero... hay que sacarla... y después mandarla a analizar. Además si la deja se puede desprender sola y producirse una hemorragia...". ¡Y pensar que todo eso sucedió sin que yo me diera cuenta! Como me dijo la médica clínica, con razón, algunas enfermedades aparecen de repente, estilo bomba atómica y otras, de manera silenciosa. Empiezan chiquitas, crecen contentas, pero en realidad son una bomba de tiempo. No había duda, desde que pisé el Centro Belgrano, cuando me mudé a Núñez, comencé a transitar un campo minado. "Le voy a indicar una crema porque está muy inflamada y así después la sacamos". ¿La sacamos? ¡La sacarás vos!, pensé, yo solo voy a cerrar los ojos, a apretar los dientes y a tratar de no imaginar otros "antecedentes de malformaciones inflamadas". "Pida turno y entréguele a las chicas esta orden de extracción para dentro de dos semanas". ¿Nadie me va a preguntar cómo me siento? ¿Si tuve otras a lo largo de mi vida? ¿Si tengo miedo? ¡Yo no digo que me pregunten cómo están mis hijos, cómo me está yendo sentimentalmente o si me gustan los perros! Pero para ella yo era solamente una verruga andante. ¡Ah! Y además inflamada. Otra vez, obediente, bajé a la recepción.
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