Del dicho al hecho hay mucho trecho y ese trecho suele estar demasiado accidentado. Si no fuera por esto, el dicho y el hecho serían una sola y misma cosa. Una manera de decirte, hija, que aún sigo fumando. Aunque se que te desilusiono un poco. El horror al peso que marca la balanza me decidió a ordenar las cuestiones a las que en apariencia les doy privilegio: primero bajar algunos kilos y después, bajar a 0 los cigarrillos. ¿Es esto un fracaso? Evidentemente sí. ¿Y qué? Hagamos este ejercicio: ¿no somos todos fracasados? ¿Yo tenía un montón de seguidores que vivián minuto a minuto mi cesación tabáquica? Acaso me iba a convertir en la manager del antipucho? ¿Millones iban a dejar de fumar porque yo lo lograra? No, nada de eso. Sólo yo y mi conciencia. O mis radiografías. Si hay algo en lo que sí soy una campeona es en engañarme. Pero no existe algo tan aterrador como confirmar la sentencia de los que dicen saber sobre esto:
- Si deja de fumar tenga presente que se aumentan entre cinco y ocho kilos.
O muero de cáncer de pulmon o muero de gorda. Pero lo triste es que voy a morir de las dos cosas ya que la aguja de la balanza no baja. Y me digo: "¿cómo es posible si yo me cuido? La mera pregunta indica que uno no lleva registro de lo que hace para no bajar. Se entiende entonces que en el famoso trecho, uno no se registra. No está o se hace el distraído. Moraleja: todo es una cuestión de distancia entre lo que uno hace y donde uno está (generalmente diciendo pavadas). Y por el momento, la única distancia que voy a recorrer es Buenos Aires - Israel. Gran sabio el que inventó el dicho. Lástima que en el presente la idea de que el avión se va a caer en pleno vuelo y conmigo adentro me hace imaginar una nueva manera de morir: gorda, tabáquica y preguntándole a mi compañero de vuelo -mientras caemos en picada-: Disculpe que lo moleste pero, ¿tiene fuego?
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