martes, 22 de marzo de 2011

Yo me pregunto...

Yo me pregunto, hija, y me lo pregunto hoy, de regreso de mis compras habituales. Y me lo pregunto hoy, con treinta y tres grados de calor. Sí, hoy, día en el que acabo de comprar un montón de cosas que no necesito pero eran de mi talle. (Estoy convencida de que la vendedora cometió abuso, de lo contrario, ¿es posible entrar por una remerita y salir del negocio con una campera? ¿Y con un pantalón rojo? ¿Y dos remeras -una verde manzana-  porque el precio convenía a dos por una? ) ¿Por qué , me pregunto, por qué corno te fuíste a vivir tan lejos? ¿Te das cuenta de lo que significa hacer una valija para viajar a Medio Oriente? ¿Te imaginás lo que implica mi vida en un probador, donde el espejo te queda tan cerca que se empaña ensechándote, mientras se forcejea con cierres y botones y  dudo si lo que logré calzarme es adecuado para el desierto? ¿No era mejor Bolivia o Brasil? ¡Veinticuatro horas de viaje! ¡Cómo se te ocurríó! ¡Y encima tengo que pensar en cómo vestirme para el avión! Algo que no me apriete la panza ni los pies... porque la vejez, querida mía, además de avejentarte te hincha. Hay que vivirlo para saberlo. Y además ¿Dónde me siento? No dejo de calcular cuántas veces voy a levantarme para ir al baño. ¿Ventanilla o pasillo? ¿Pasillo o ventanilla? En el fondo se trata de decidir entre molestar o que la molesten a una. Y no se me ocurre nada más injusto que contar cuántas veces me levanto para ir al baño por noche a fin de no terminar en un ta, te, ti... ¿Era necesario? ¡Y cuántas veces me obligué a mirarme al espejo en la última semana! ¿No te acordás que ojos que no ven corazón que no siente? No señor, estar allá, podrá ser muy auténtico de tu parte, muy interesante, muy aventurero, muy elogiable por todo lo que estás haciendo... Pero no tiene nada de justo connmigo. A pocos días del embellecimiento, se me cayeron bastantes pestañas, y el pelo, si, los famosos mechones blancos, esos, a los que una sola mirada hicieron exclamar al el peluquero:
- No se preocupe, lo que pasa es que les falta humectación...- viéndolos un poquitín erguiditos, separados, como enojados con el resto de mi cabeza.
¿Humectación? ¡A estos no los humecta ni los bomberos de la Boca! Prefiero no pensar pero, aunque al principio no quise reconocerlo, y mucho menos confesártelo, se  que quedaron un tanto chamuscados... si, quemaditos, como decirte... tostados pero sin perder su blanco. Pero no me desanimo eh... Por algo dicen que todo tiene solución. Siempre habrá a mano alguna guillotina amiga. Soy consecuente: nada de tragediar. Algo haré con el pantalón liviano, pero bien, bien de nylon, lleno de bolsillos que imaginé ideal para transitar Tierra Santa y que temo ni siquiera sirvan para una cacería. ¿No es cierto que la muy reventada se abusó de mi cara de desesperación? Hay gente mala. Pasando a otra cosa, ¿me avisás cuánto tiempo se puede permanecer frente al muro de los lamentos sin llamar la atención?

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