martes, 18 de enero de 2011

Disciplina

Se me dice que debo conseguir la disciplina de escribir todos los días. Caso contrario, los que saben de esto, atestiguan que dejarán de leerme. Me pregunto si tendré algo para decir todos los días. Y la respuesta es que no me animo a escribir aquello de lo que se trata. Aquello de lo que se trata todos los días. Por no querer herir susceptibilidades. Por no desnudarme o no desnudar mi cabeza. No dejar al descubierto los mambitos que me rondan y atraviesan. Tal vez lo más notorio, entre otros mambos, es lo que me pasa con la gente. Me adapto muy fácilmente. Razón por la cual tanto puedo estar en un camping a mate y galletitas o en un boliche espectacular a donde va la gente linda y rica. Y ojo que no dije "feliz". La felicidad es otra cosa, aunque no pueda precisar aún de qué se trata.
Además me siento atraída por los pequeños detalles. Sin ir más lejos hace algunas noches compartí una cena diviiiina con gente que no hace nada. Y además lo dice. ¿No es encantador? "Y vos a qué te dedicás?" Le pregunté a la divina que se encontraba compartiendo la mesa  enfrente de mi. "Camino siete kilómetros por día, voy al gimasio, y tomo té verde y clases de chino", me contestó. (Y hubieran visto ustedes la languidez con que lo dijo.) "Ahh", respondí. Algo había que decir. La mayoría de las veces, a mi pesar y contra lo que me enseña la experiencia, no me hago caso y sigo preguntando. Es como una manía. "Chino, mirá vos...¿y cómo se te ocurrió? Dudó unos instantes y traté de que no se notara mi turbación. Era obvio que otra divina no hubiera preguntado eso. Estudiar chino es lo más común del mundo. Es como tomar te verde todo el día.
Otra manía es ponerme en el lugar del otro, rápidamente: Si yo tomara té verde todo el día sólo podría caminar siete kilómetros con una escupidera atada a la cintura. Aparté esa imagen de mi misma tan detestable para escucharla decir: "Es como un desafío". "Me atraen los desafíos". Y ahí se quedó. Yo me quedé esperando. Esperando ver que seguía, pero no dijo nada más. Esa era toda la historia. Y yo dije: ¡Ahhhh! Y dije "ahhh", observando las manos del marido que habían pasado por la manicura y ofrecían unas uñas arregladitas y esmaltadas. "Ahh" les dije a las uñas como si me hubieran hablado. Y enseguida disimulé, como si se tratara de una simple repetición ofrecida a la maravillosa y lánguida historia. (A la vez que escondía mis manos bajo las servilletas.) Un consejo: recomiendo el "ahh" para esas circunstancias, en lugar del "¿Y?"  De uso frecuente en los campamentos cuando uno toma mate con galletitas. Y seguro hay algún baño cerca. Pero lo mío no es prejuicio. Es adpatación simultánea a la sorpresa. Ejemplo, cuando el marido, entre otras cosas, dijo: "Mañana me tengo que levantar temprano". Mi, no se cómo llamarlo y sin esmalte, preguntó: "¿Tenés que trabajar? "No." Contestó él, sin decir más. ¿No es lánguido?
Hacia la mitad de la noche no faltó la pregunta: "¿Cómo vas con el cigarrillo?" Sin poder evitarlo me explayé sobre reflexiones del "sin novedad". "A mi me ayudó tener un problema de salud", comentó. (Tampoco se debe estirar la cabeza hacia adelante, cual una tortuga enfrentada a un zapallito, a falta del "¿Y?" o a fin de evitar el consabido "Ah"). En síntesis: hay que esperar a que la frase, debilitada ya desde el comienzo, decaiga por su cuenta y no forzarla a seguir. Y esto no significa que no hayamos conversado, al contrario, nosotros dos hablamos hasta por los codos. Pero ya aprendí: El té verde, pero verde de verdad, se compra sólo en el barrio chino.

domingo, 16 de enero de 2011

Pasaje a Israel

Me parece mentira haber sacado el pasaje a Israel. Ida 12 de abril. Vuelta, 15 de mayo. Hacer un viaje tan largo no es moco de pavo. (¿Qué tendrá el moco de pavo? ¿Alguien lo sabe?) Pero uno lo repite como un loro y lo del loro ya tiene un poco de sentido. ¿Y no es acaso lo que buscamos en todas nuestras acciones, las de los otros y en el mundo en general? No siempre lo encuentro. Y para colmo, cuando por esas casualidades  me sucede, lo pierdo? Por ejemplo: ¿qué sentido tiene este blog si no he dejado de fumar? Por eso voy a seguir sin sentido. Voy a seguir escribiendo "sin novedad" y, a continuación, cualquier otra cosa. No vaya a ser que a partir de ahí algo nuevo se produzca. El famoso clik. No estoy contenta conmigo. Se nota. La médica clínica tampoco. Le dio mucha más seriedad a los resultados de los análisis que yo. Y esto derivó en una nueva pastilla. Esta vez para bajar la presión. Al segundo día bajó tanto que me arrastraba como un réptil ante los 35 grados que no cesaban de calcinarme. Recurrí a la médica de guardia. Le pareció fantástico que tuviera 10/6. "Si todos mis pacientes me consultaran con esos valores de presión, yo estaría muy contenta". Dijo. "Ya se va a acostumbrar". No cabe otra, me tengo que acostumbrar a arrastrarme. Paso de una silla a la otra pensando en todo lo que debo hacer y no hago nada. Por eso escribí "pereza". Y por eso será que las cosas perdieron el sentido. La doctora/contenta no se privó tampoco de retarme. "¿O acaso usted quiere levantarse una mañana con la boca torcida por un acv?" (Léase accidente cerebro vascular) También hizo la mueca, por si yo no entendiera. "¿O morir durante la noche de muerte súbita?" Y como no pretendo morir de muerte súbita ni andar por la vida con la boca torcida, me arrastro. Parece ser que arrastrarse es sano. Y padezco insomnio. No es para menos, ¡si todo lo malo va a pasarme dormida! A veces pienso que, en los últimos tiempos, deben haber agregado unas materias a la carrera de medicina: "Como ser despiadado con los pacientes mediante la técnica del susto."  "Como ser cruel para diagnosticar de manera más creíble." "Haga sufrir, sea dramático y accederá al premio Nobel de medicina."
No estoy en mi mejor día. No, cuando no estoy contenta conmigo.

domingo, 9 de enero de 2011

Pereza

El 2011 me trajo una gran pereza... y sin embargo ocurrieron montoooooooooooones de cosas. (¿cosas,? Tal vez podría haber escrito algo mejor, ¡qué pereza! Hoy sólo escribo un posible orden: Sigo fumando, y como estoy aburrida de decirlo, de ahora en más voy a escribir "sin novedad". Compré muy ilusionada las pastillitas suicidas: sin novedad. No obstante, no me dieron ganas de terminar con mi vida. Insomnio sí. Mucho. (El insomnio es jodido porque te hacen pensar siempre en las cosas en que no querés pensar. Feas.) Próxima está la compra del pasaje a Israel. Eso da un poco de insomnio. Un poquito. A mi hija, Cecilia, se le ocurrió una vueltita por Egipto con paseo en camello incluído. ¿No es muy alto eso? ¿Y si me caigo y me quiebro una pierna? Presiento que son las situaciones que no me es posible imaginar las que me quitan el sueño. Yo en camello. ¿Yo en camello? ¡Yo en camello!!! ¿Vieron?, así empieza y nunca se sabe cómo y cuándo termina. Yo en Jerusalem. ¿Yo en Jerusalem? ¡Yo en Jerusalem! Confieso que pienso mucho en el camello para negar que oculto el miedo al avión. Lo dije. Pero en fin, dado que debo estar en buen estado, comencé a caminar dos horas por día y no tomo más el ascensor. Dos pisos. Pura práctica para los cuatro que me esperan en el edificio de Cecilia. Dieta. Muuuucha dieta. Ni que fuera a entrar al ejército israelí!!!!!!!!!! Pero ya dije que no voy a hacer el ridículo con nada. Idiomas. Sí, un poco de hebrero y de inglés. Cuándo? Qué se yo! Sobrellevo un ataque de pereza. Ya pasará. ¿Pasará?